Etiquetas

,

[página 252-254]

¿Quiénes somos, nosotros dos, en todo caso? Y ¿por qué? Tu autobiografía no nos cuenta lo que pudo ocurrir en tu vida para que nosotros surgiéramos de ti. Hay un enorme silencio en torno al asunto. Sigo comprendiendo que el objeto de este libro estriba en averiguar cómo nació el escritor, pero, desde mi punto de vista, habría sido más interesante averiguar lo ocurrido desde el momento en que te pusiste a escribir sobre María y sobre mí. ¿Qué relación existe entre esta ficción y tu realidad presente? Eso es algo que nosotros tenemos que adivinar, si podemos. ¿Qué hago yo aquí, exiliado en esta casa de Londres con una mujer que no desea ninguna alteración de su pacífica vida? ¿Cuánta paz puedo aguantar? Su peluquería, la niñera, el secador del ropa… ¿Cuánto más de esta domesticidad intensa y ordenada, que antaño tanto añoré, puedo permitirme? María, qué duda cabe, está creándome una «hermosa» existencia por primera vez en mi vida: es una experta en las modalidades más tranquilas y civilizadas y agradables de la vida, en la vida tranquila y apagada, ¿pero qué va a ser de mí en estas condiciones, qué de mi trabajo? ¿Estás sugiriendo que sin las peleas, sin los enfados, sin los conflictos y la ferocidad, la vida es increíblemente aburrida, que la única alternativa a la fanática obsesión que puede convertir a una persona en un escritor son las amables veladas a la luz de las velas y con una botella de buen vino, charlando de niñeras y peluquerías? Esta barba ¿viene a ser en protesta en contra de tanta languidez, de tanta aleatoriedad? Pero ¿y si la protesta, por alguna extraña vía, va creciendo hasta convertirse en un desastroso conflicto? ¡Nada podría consolarme!

Bueno, hecho queda. O no queda. Mantendré este exabrupto, aun siendo consciente de lo absurdo que resulta imaginar que ni la más conmovedora de mis súplicas pueda desviar el curso de tu imaginación, fijo desde hace tanto tiempo. Tampoco me volveré atrás para corregir lo más arriba expuesto -que tu talento para la autoconfrontación obtiene sus mejores resultados cuando no te apartas de mí-, a pesar de que este argumento, si te convence, vendría a garantizarnos a María y a mí el cumplimiento de nuestros temores más terribles. Nadie que pretenda granjearse la consideración de personaje literario puede esperar en serio que un autor preste oídos a una solicitud de trato excepcional. Una solución improbable para un conflicto recalcitrante pondría en entredicho no sólo mi integridad, sino, en el mismo grado, también la tuya. Pero cabe suponer que un escritor tan escrupuloso como tú llegue en algún modo a preguntarse si un personaje que lucha interminablemente con lo que parece ser el drama necesario de su existencia no está, de hecho, siendo gratuita y cruelmente victimizado por el cumplimiento, por parte del autor, de un ritual neurótico. Lo único que puedo pedirte al respecto es que lo tengas presente, mañana por la mañana, cuando llegue para mí el momento de afeitarme la barba.

Atentamente,

ZUCKERMAN

P.S. No he dicho nada de tu depresión. Por supuesto, lamento mucho oír que en la primavera de 1987 lo que iba a ser una operación quirúrgica de poca importancia se convirtió en una durísima y prolongada tortura física, origen a su vez de una depresión que te condujo hasta el borde la disolución mental y afectiva. Me apresuro a reconocer, sin embargo, que lo lamento por mí y por mi futuro con María tanto como puedo lamentarlo por ti. ¿También eso, ahora? Tras haber escrito un alegato de unas trece mil palabras cuidadosamente elegidas, en contra de mi extinción, ¡lo único que me he asegurado, al parecer, es una nueva ronda de auténtico sufrimiento! Pero ¿cuál es la alternativa?

FIN

Nota: 5 para Roth. 9 Para Zuckerman

LOS HECHOS. Autobiografía de un novelista
Philip Roth

Traducción de Ramón Buenaventura
Seix Barral

«Lo que uno opta por revelar en la ficción está gobernado por un motivo fundamentalmente estético: juzgamos al autor de una novela por lo bien que cuenta la historia. A quien escribe una autobiografía, en cambio, lo juzgamos desde el punto de vista moral, porque su motivación primordial no es estética, sino ética.»