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[páginas 248-249]
Los hombres saltaron del coche y Patiente se bajó con esfuerzo. Entre ellos, con Quacey siguiéndoles a pasitos, ella echó a andar por la hierba hacia los jardines del oeste.
-El hombre del hacha- dijo ella con una voz tan baja que ellos tuvieron que prestar mucha atención para oírla- se puso él mismo en evidencia. No cometió errores; no sabía que cometió errores; el destino los hizo por él. El destino en la forma de un despertador barato.
-¿Un despertador? -murmuró el inspector.
-Cuando examinamos el despacho y nos fijamos en el despertador que había sobre la repisa de la chimenea, vimos que el timbre no estaba bloqueado. ¿Eso qué quería decir? Que el timbre sonó a la hora a la que había sido colocado, es decir, las doce de la noche del día anterior (pues nosotros lo examinamos antes del mediodía del día siguiente y Maxwell lo había colocado la tarde anterior). La palanquita todavía estaba en Timbre, recordaréis, cuando lo examinamos. Pero si comprobamos que la palanquita todavía estaba en Timbre, eso significa que debió haber sonado. ¿Y qué significa que el timbre sonara? Que sonó hasta que se acabó la cuerda. Si alguien lo hubiera parado, nos habríamos encontrado con la palanquita puesta en el lado contrario. Así que nadie bloqueó el timbre del despertador y el despertador sonó hasta que se le acabó la cuerda, quedándose con la palanquita en Timbre…
-¿Pero eso qué demonios significa, Pat? -gritó Rowe.
-Todo. Sabemos que el hombre del hacha estaba en la habitación a medianoche; luego estaba allí cuando sonó el despertador. Lo sabemos por dos datos: Maxwell dijo que había sincronizado todos los relojes y el reloj de péndulo fue despedazado a las doce exactamente.
Rowe se retrasó un poco. Estaba muy pálido.
-De acuerdo, sigamos -dijo el inspector impacientemente-. ¿Por qué ese hombre del hacha, como tú le llamas no bloqueó el timbre cuando empezó a sonar? ¡Debería haber saltado! Cualquiera que anduviera por la casa de otro había saltado para apagarlo inmediatamente, tanto si hubiera alguien que pudiera oírlo como si no.
Se detuvieron bajo un viejo roble.
-Exactamente -dijo ella en voz baja-. El hecho es que aun cuando estaba en la misma habitación y su instinto debía inducirle a bloquear el timbre, no lo hizo.
-Bueno, esto es demasiado para mí -murmuró Thumm-. Vamos, vamos, Gordon.
Y siguió caminando. Los otros dos le siguieron lentamente. No muy lejos, por encima de un pequeño seto de aligustres, vieron la silenciosa y encogida figura de Lane. Estaba sentado en un rústico banco, de espaldas a ellos.
Patiente soltó un grito ahogado y el inspector se volvió. Rowe, pálido, se adelantó y le cogió una muñeca.
-¿Qué pasa? -dijo el inspector lentamente.
-Padre, espera -dijo Patiente sollozando-. Espera. No entiendes. ¿Por qué no percibió el hombre del hacha el tic-tac de la bomba cuando entró en el sótano arrastrando el cuerpo de Hamnet Sedlar? ¿Por qué destrozó con el hacha el despacho? Evidentemente buscaba una zona hueca. ¿Y cuál era la manera normal de localizar un sitio hueco? ¡Dando con los nudillos, padre! ¿Y por qué no lo hizo?
Thumm miró a uno y a otro, confundido, desconcertado.
-¿Por qué?
Patiente puso una mano temblorosa en sus brazos.
-Por favor, lo tienes delante de ti. El hombre del hacha no bloqueó el timbre del despertador, no se dio cuenta de la presencia de la bomba, no buscó el escondite golpeando con los nudillos para dar con un lugar hueco, por la misma razón, padre. ¡Oh! ¿No lo ves? Me impresionó tan terriblemente, fue una revelación tan horrible que corrí asustada como una niña; quería irme, huir a cualquier sitio… El no podía oir el timbre. No podía oír el tic-tac de la bomba. No podía oír el sonido de un sitio hueco. ¡ERA SORDO!
La boca del inspector se abrió como si la mandíbula se le hubiera caído de pronto. En sus ojos se notaba un horror concentrado, Rowe estaba inmóvil con un brazo agarrotado alrededor de la cintura de Patience. Ella temblaba. Quacey, que permanecía detrás sin mover ni un músculo, sóltó un grito desgarrador y se desplomo sobre la hierba.
El inspector dio un vacilante paso hacia adelante y tocó con su mano la espalda de Lane. Patience se volvió y escondió su rostro en el pecho de Rowe, llorando convulsivamente.
La cabeza del anciano caballero estaba inclinada hacia adelante, la barbilla en el pecho; no pareció notar la mano del inspector.
Más ágilmente de lo que cabría esperar en un hombre de su envergadura y su peso, el inspector saltó por encima del banco y cogió una mano de Lane.
Estaba glacialmente fría, y una pequeña ampollo vacía cayó de sus blancos dedos sobre la verde hierba.
FIN
Nota: 3. Apolillado.
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Ellery Queen es el seudónimo de Frederick Dannay y Manfred Bennington Lee
EL ÚLTIMO CASO DE DRURY LANE
Ellery Queen
Traducción Waldo Leirós
Júcar