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En ese momento, otra nota estentórea brota del órgano. La médium se inclina para acercarse más y sigue hablando al socaire del ruido. Lady Conan Doyle asiente a intervalos. Después vuelve la mirada hacia la figura corpulenta, vestida de etiqueta, del hijo que está a su izquierda, como si le interrogara. Él, a su vez, mira a Estelle, que ahora dirige la palabra a los dos. El otro hijo se levanta entonces y se une al grupo. El órgano resuena sin cesar.
George no sabe si ahogan el mensaje por deferencia a la intimidad de la familia o si forma parte del guión escénico. No sabe si ha visto verdades o mentiras, o una mezcla de ambas. No sabe si el fervor claro, sorprendente, muy poco inglés, de quienes le rodean esta noche es una prueba de superchería o de creencia. Y si de creencia, si es verdadera o falsa.
La médium ha terminado de comunicar su mensaje y se vuelve hacia Craze. El órgano sigue atronando, aunque ya no haya nada que ensordecer. Los Doyle se miran unos a otros. ¿Cómo concluirá ahora el acto? Ya se han cantado todos los himnos, rendido los homenajes. Ya ha sido realizado el audaz experimento, Sir Arthur ha comparecido entre ellos, han notificado su mensaje.
El órgano sigue sonando. Ahora parece fluctuar hacia los ritmos que despiden a los feligreses después de una boda o un entierro: insistentes e incansables, reincorporan a la gente al mundo cotidiano, sucio, sublunar, sin magia. La familia Doyle abandona el estrado, seguida por los responsables de la Asociación Espiritista de Marylebone, los oradores y la médium Estelle Roberts. El público se levanta, las mujeres buscan los bolsos debajo de los asientos, hombres de gala se acuerdan de las chisteras, hay un arrastrar de pies, murmullos, saludos a amigos y conocidos, y una cola pausada y tranquila en cada pasillo. Los vecinos de George recogen sus pertenencias, se levantan, hacen un gesto con la cabeza y le otorgan una sonrisa plena y confiada. Lo que George les devuelve no es igual a la de ellos, y no se levanta. Cuando casi todo su sector se ha vaciado, baja de nuevo la mano hasta el suelo y sujeta los prismáticos frente a las gafas. Enfoca otra vez el escenario, las hortensias, la fila de sillas vacías y la especial con el letrero de cartón, el espacio donde es posible que haya estado Sir Arthur. Mira a través de las lentes sucesivas. Mira al aire y más allá.
¿Qué ve?
¿Qué vio?
FIN
Nota: 7. Ameno
Arthur&George
Julian Barnes
Traducción de Jaime Zulaika
Compactos Anagrama