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-Inteligente, coser y cantar. Nos marchamos.

-¿Qué ha pasado con Pablo?

-Lo mismo que planeaba sobre mí, sólo que yo actué un minuto antes. Aunque él fue más rápido que Klein. Acabó con ella y casi acierta por partida doble.

-Entonces, ¿qué hacemos ahora? ¿No nos buscará la policía? La verdad es que te quieren a ti, no a mí, sólo que coincidió que yo también estaba allí. Aunque ha sido un bonito detalle que volvieras a rescatarme. Pensé que no volvería a verte.

Vivo o muerto.

Mientras Stark se dirigía al norte, decidió compartir su suerte con Dorie.

-Verás todos los regalos que te he traído, nena. Mira el alijo que me he llevado de la caja fuerte de Klein. Hay bastante para colocarnos durante un par de años y dinero suficiente para montar un negocio. Incluso legal.

Le enseñé la bolsa con los paquetes y el dinero.

-¿Estás loco? Toda la policía de California te está buscando. ¿Y tú estás pensando en meterte en el negocio de la droga? Para el coche -dijo-. Necesito probar un poco, estoy enganchada.

Stark paró a un lado de la carretera. Tenía que mear. Bajó a la cuneta junto al coche para que no le vieran los demás automóviles que pasaban. Al hacerlo, escuchó alejarse el Cadiilac. Dorie se largaba. Acababa de estafar al estafador.

Al ver cómo el Cadillac se alejaba por la carretera, Stark se sonrió. No le había dicho a Dorie que el coche era el de la señora Klein. La policía pronto se pondría a buscarlo. También se le había olvidado contarle que el arma de la mujer estaba en la guantera y que llevaba la mitad de la pasta en el bolsillo.

Unos metros más adelante, el Cadillac se detuvo a un lado. ¿Había cambiado de idea? Stark avanzó rápidamente. Cuando se acercó, ella le tiró la bolsa del banco en la cuneta. Parecía que dentro estaba la  mitad del dinero y la mitad de la droga. La mujer tenía corazón, después de todo.

No había suficiente para montar un negocio pero tenía veinticuatro horas y pasta para llegar hasta Canadá, lejos del alcance de Crowley. Allí había todo un mercado de primos esperando a un estafador con labia como él. Caminaba por la carretera silbando, listo para pasar a la acción otra vez, en un lugar nuevo.

FIN

Nota: 10. La novela de un sabio.

STARK

Edward Bunker

 

Traducción de Zulema Couso

Prólogo de James Ellroy

Sajalín Editores

[páginas 201-202]

 

-Por suerte, aquí hay algo llamado siesta. Los dos caballeros se comportaban como un par de violadores así que la señora Cantina me encerró en una habitación e hizo guardia. Me quedé dormida y, cuando me desperté, ella roncaba. Abrí el pestillo con una horquilla. No era un cerrojo de verdad, sólo una especie de enganche. Las dos moles estaban dormidas sobre la mesa en la cantina así que salí de puntillas. Pensé que no vendrían a por mí si hacía autostop en la parte estadounidense, cerca de la policía fronteriza.

 

Reseña sobre Edward Bunker en el blog aviondepapel.tv

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